sábado, agosto 12, 2006

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¨pero cuanta exposición ultimamente¨, pienso, y ya no puedo hacer nada para recluir en ese escondite imaginario que tanto supo cobijarme largo, largo rato. como el hilo de Ariadna, incesante y eterno, a un paso sigue otro y otro y más. no se puede volver a lo incierto, a lo informe.
voy en el colectivo hablando con las chicas del taller, caminamos dos cuadras con Sol por Corrientes.
llegando a casa, compruebo con hastío que los del sexto piso festejan un cumpleaños con todo el furor de la cumbia. Llegué justo para las velitas, pienso, que triste suena ese pensamiento, en fin. Fausto me recibe tirado en el piso y ronroneando. lo upo como un bebé y caliento en el microondas mi cena: tarta de verduras, mientras pienso cosas que estuvimos hablando recién, en el viaje hacia casa. vengo a la pc. veinte minutos después llegan mis padres, casi al mismo tiempo, pero de diferentes lugares. como unas nueces, de postre. pienso en la frase que resume tantas cosas: sostener, sostener el vacío, que cierto, qué verdadero, que real, carajo.
siguen comparseando toda clase de ruidos desde abajo, ahora suena una canción de salsa que se mezcla con voces y risas, la mayoría agudas, como de adolescentes, así, con voz finita. no me llevo muy bien con mis vecinos, pero no estaría mal, quizas, estar ahí, quizás hasta podría divertirme con ellos.
otra vez: ¨sostené, nena, sostené el vacío¨.
sí, aca estoy, acá lo sostengo.
y la otra frase hecha, la otra que da fuerzas ¨no me imporrrrrrrrta nada¨. pero sí, sabés que te importa.
no te escondas, basta, no te escondas. ya falta poco.
y nada es tan grave.




sostener.